Con su nieto subnormal y una muchacha de la calle...

¡Estas son unas pocas fotos de los muñecos y el escenario ya terminados!

 Aquí tenéis el proceso de creación de los viejunos. son dos, uno pequeño de cuerpo entero y el más grande de cintura para arriba para los detalles.

 Prueba de cabeza de plastilina

Story board

Story board color

La proposición para la promoción de este álbum ilustrado es una pequeña segunda historia en la que, en una animación hecha mediante el stop motion, se ve cómo es el día en el que el viejo de la historia hace la compra, llega a casa se sienta y de una bolsa saca el álbum donde narran su historia y recuerda cómo lo pasó aquel día.


Igual es arriesgado hacer este tipo de promociones, porque es una historia de miedo, y el hombre cuando lee su libro, no se asusta pero se horroriza reviviendo lo que le pasó, solo se le cae una lágrima de tristeza, porque al ser el protagonista, ya sabe lo que le ha pasado, lo utiliza como un recordatorio, como su propio álbum de recuerdos.
Puede que haciendo este topo de spot, la gente no lo entienda, así que intentaré, sin tener que hacer muchos cambios, porque la idea es original, pero igual demasiado atrevida.


A partir de este momento, ya teniendo un pequeño guión, comenzaré a realizar un muñeco con las características del hombre del relato, más adelante, una vez sacado las características del personaje, el story board, para poder así, dibujarlo como va a aparecer el el stop motion.


El libro que va a sacar el señor de la bolsa va a ser un álbum en el que estoy trabajando, en éste ya he trabajado dos ilustraciones finales, así que  las aprovecharé para hacer una maqueta pequeña para que el muñeco de plastilina, al pasar las páginas se vea el fantasma de su pesadilla. 


Estos son los primeros dibujos terminados: 

El álbum ilustrado que se va a promocionar es un relato japonés llamado El fantasma mordido
Es el siguiente:

He aquí una historia que contó Chen Lin- Cheng:

Un Viejo amigo suyo estaba echando la hora de la siesta, un día de verano,Cuando vio medio dormido, la vaga figura de una mujer que, eludiendo la portera, se introducía en la casa, vestida de luto; cofia blanca, túnica y falda de cáñamo.

Se dirigió a las habitaciones interiores y el viejo, al principio, creyó que era una vecina que iba a hacerles una visita; después reflexionó: “¿ Cómo se atrevería a entrar en la casa del prógimo con semejante indumentaria?”

Mientras permanecía sumergido en la perplegidad, la mujer volvió sobre sus pasos y penetró en la habitación.

El viejo la examinó atentamente: la mujer tendría unos treinta años; el matiz amarillento de su piel, su rostro hinchado y su mirada sombría le daba un aspecto terrible.

Iba y venía por la habitación, sin intención ninguna, al parecer, de abandonarla; incluso se acercaba a la cama.

Él fingía dormir para mejor observar cuanto hacía.

De pronto, ella se levantó un poco la falda y saltó a la cama, sentándose en el vientredel viejo; parecía pesar tres mil libras.

El viejo conservaba por completo la lucidez, pero cuando quiso levantar la mano se encontró con que la tenía encadenada;

cuando quiso mover un pie, lo tenía paralizado.

Sobrecogido de terror, trató de gritar, pero, desgraciadamente, no era dueño de su voz.

La mujer, mientras tanto, le olfateaba la cara, las mejillas, la nariz, las cejas, la frente.

En toda la cara sintió su aliento, cuyo soplo helado le penetraba hasta los huesos.

imaginó una estratagema para librarse de aquella angustia: cuando ella llegara al  mentón, él trataría de morderla. 

Poco después ella, en efecto, se inclinó para olerle la barnilla y el viejo la mordió con todas sus fuerzas, tanto que los dientes penetraron en la carne.

Bajo la impresión deldolor la mujer se tiró al suelo, debatiéndose y lamentándose, mientras él apretaba las mandíbulas  con más energía. La sangre resbalaba por su barbilla e inundaba la almohada.

En medio de esta lucha encarnizada el viejo oyó, en el patio, la voz de su mujer.

-¡Un fantasma!- gritó en el acto.

pero apenas abrió la boca, el mounstruo se desvaneció, como un suspiro.

La mujer acudió a la cabecera de su marido; no vio nada y se burló de la ilusión, causada, pretendió ella, por una pesadilla. Pero el viejo insistió en su narración y, como prueba evidente, le enseño la mancha de sangre: Parecía agua que hubiera penetrado por una fisura del techo y empapado la almohada y la estera.

El viejo acercó la cara a la mancha y respiró una emanación pútrida; se sintió presa de un violento acceso de vómitos y, durante muchos días tuvo la boca apestada, con un hálido nauseabundo.